miércoles, 23 de enero de 2008

¿Qué hay que pedirle a un albariño?

(Artículo publicado en TodoVino.)

Es uno de los vinos más fascinantes de España. Se ha convertido en el mejor embajador “blanco” de un país de tintos gracias a su carácter único y diferencial y a la perfecta combinación de frescura y cuerpo que es capaz de ofrecer. En este artículo les proponemos una selección de nuestras etiquetas favoritas y les damos algunas claves para apreciar y valorar el que quizás sea nuestro blanco más internacional.

Los americanos -y los anglosajones en general- que han tenido la oportunidad de probarlos adoran los blancos de albariño. No es extraño porque frente a la paleta de sabores relativamente “tradicionales” que se ofrecen en su mercado (chardonnay, sauvignon blanc, riesling...), los blancos de esta verde y turística región gallega aportan un factor diferencial. Ese sabor “particular”, a medio camino entre la hierba fresca, el laurel o el hinojo y una fruta que recuerda la manzana, el melocotón o incluso las frutas tropicales puede ser el mejor revulsivo frente a la consabida -¿y aburrida?- “mantequilla a la nuez” de los omnipresentes chardonnays fermentados en barrica.

El albariño, además, es un vino “con boca”. Tiene estructura y una agradable glicerina que llena el paladar. Y es refrescante, con la viveza que la da su buena acidez. Es, sin duda, el sello de la influencia atlántica que, en ocasiones, también aporta una ligera nota salina. Cuando todos estos elementos están bien definidos y conjuntados, uno se planta frente al mar, respira la brisa fresca y se deleita con el verdor del paisaje gallego; todo sin salir de la sala de cata.

Aunque, desde luego, es mucho más gratificante conocer el albariño in situ, algo relativamente fácil si se tiene en cuenta que las Rías Baixas gallegas constituyen un destino turístico frecuente y cercano. Si tienen la oportunidad de viajar por sus viñedos (hay una “Ruta del Vino” organizada) descubrirán que proliferan las pequeñas bodegas familiares o de tamaño medio y que los productores que superan el millón de botellas se pueden contar con los dedos de una mano.

También descubrirán uno de los paisajes más verdes del viñedo español. Frente a otras regiones azotadas por la canícula, Rías Baixas se caracteriza por sus viñedos frondosos en la que abunda el emparrado (una forma de buscar una buena aireación para las uvas). La cara negativa viene del riesgo permanente de lluvias en vendimias y de los numerosos tratamientos necesarios contra los estragos de la humedad y las enfermedades asociadas a ella. Sin embargo, la zona cuenta con el sol suficiente para madurar las uvas y obtener sin problemas blancos de trece grados.

El minifundismo tan característico de Galicia ha sido una traba para las bodegas que han querido hacerse con un viñedo importante. De hecho, Rías Baixas es una de las denominaciones más grandes en cuanto a número de viticultores se refiere, con unos 6.000. Si buscamos el extremo opuesto, casi duplica los 3.200 que controlan 30.000 hectáreas de viñedo en Jumilla, pero con la salvedad de que la denominación gallega está algo por debajo de las 3.000 hectáreas. La enorme parcelación del viñedo, sumada a las distintas orientaciones y altitudes conforma un marco tan heterogéneo que dificulta tremendamente la vendimia si se quiere recoger las uvas en perfecto estado de madurez. Todo esto se traduce en el encarecimiento de la mano de obra y en uno de los precios de la uva más altos de España.

La consecuencia más evidente de todo ello es que el albariño es un vino relativamente caro. Esto obliga a elegir bien y a asegurarse de que el producto valga realmente lo que se paga por él.

Cómo reconocer un buen albariño

Cuando catamos para La Guía TodoVino somos especialmente exigentes sobre un aspecto. Exigimos a los albariños que huelan y sepan como tal, esto es, que ofrezcan una “tipicidad” característica. Esto, que a muchos les parecerá obvio, no lo es tanto en la mesa de cata, a la que llegan blancos de Rías Baixas sencillos y correctamente elaborados. Sin embargo carecen de una personalidad distintiva.

La denominación de origen está actualmente dividida en cinco subzonas. El valle del Salnés es la más conocida del gran público y la más llana. Se extiende en torno a Cambados y cuenta con una presencia prácticamente única de albariño en el viñedo; Condado do Tea es la más interior y meridional, y también la más accidentada. Se extiende al norte del Miño frente a Portugal. Siguiendo hacia la desembocadura de este río en el Atlántico está O Rosal, una zona bastante calurosa. Aquí además de la albariño tiene su importancia la variedad loureira y en Condado la treixadura. Existe también la subozna de Soutomaior, mucho más pequeña en extensión, ubicada junto al río Verdugo, y Ribeira do Ulla, en la cuenca del río de este nombre, pero que carece de relevancia para este artículo ya que se dedica fundamentalmente a la elaboración de tintos.

Pese a las diferencias geográficas entre una zona y otra, la mayor o menor influencia del mar y la composición y fertilidad de los suelos, la albariño ejerce como elemento aglutinador. De hecho, Rías Baixas es sinónimo de albariño. Incluso en las subzonas que cuentan con otras variedades, éstas tienen una presencia bastante menor y los mejores blancos que se elaboran en las mismas suelen ser monovarietales de albariño o, como ocurre en la gama Veigadares de Adegas Galegas, incorporan porcentajes mínimos de otras uvas.

¿Qué elementos contribuyen a potenciar la personalidad de la albariño? O, al contrario, ¿qué factores contribuyen a que ésta se diluya? En un clima húmedo que da vigor a la planta, los altos rendimientos, indudablemente, restan carácter. En añadas difíciles –y Rías Baixas es una zona difícil climatológicamente hablando- quien no selecciona y se queda con lo mejor (a costa de reducir la producción y número de botellas), perderá limpieza y nitidez en los vinos. Aunque quizás el elemento más irritante viene del uso de levaduras seleccionadas que estandarizan los aromas (plátanos, tropicales) restando su carácter distintivo a la variedad. Por último, los embotellados precoces para igualarse comercialmente en el mercado con otras zonas no permiten conseguir los albariños más caracterizados, fruto de la espera reposada en contacto con las lías. Las lías son los restos de las levaduras muertas que han hecho posible la fermentación; su contacto con el vino le dota de mayor complejidad y permite la aparición de nuevos aromas.

Así solemos encontrarnos frente a tres bandas de calidad: los albariños top tremendamente expresivos y caracterizados, que conforman la cima de la pirámide; albariños algo más sencillos pero en los que se reconocen elementos propios de la variedad y la zona; y blancos más o menos correctos en su elaboración que, catados a ciegas, nunca identificaríamos como albariños o no nos llamarían la atención como tales.

Lo que sigue es una selección de lo más interesante, entre las nuevas añadas presentadas en el mercado, de lo que ha llegado de Rías Baixas a nuestra mesa de cata hasta la fecha. Como podrán comprobar, la gran mayoría de vinos pertenece a la cosecha 2005, una añada casi tan abundante en cantidad como su predecesora 2004, aunque a nuestro juicio ligeramente inferior. Este hecho, sin embargo, apenas es perceptible en las marcas más sólidas que, un año tras otro, marcan la pauta en la zona.

También hemos dedicado un apartado a los albariños de elaboraciones especiales donde encontrará aquellos de crianzas más prolongadas en depósitos de acero inoxidable, buenos ejemplos de albariños criados en madera y alguna que otra práctica rompedora como es el caso de la maceración con nieve carbónica. En los dos primeros casos, estamos ante vinos cuyo objetivo es demostrar la nobleza de la uva para desarrollarse en la botella, haciéndose más compleja y demostrando su capacidad para aguantar el paso del tiempo. Los precios de estos vinos suelen ser más elevados que los de los albariños al uso, pero los mejores ejemplos demuestran su capacidad para codearse con otros blancos internacionales de calidad, respecto a los cuales los blancos españoles han estado siempre uno o más escalones por debajo.

Nuestros favoritos

Lusco 2005. Amarillo verdoso brillante. Complejo en nariz, intenso y franco, fruta madura, laurel, manantial, hinojo, montebajo, balsámico. Boca amplio, fresco, muy expresivo, sensación grasa y excelente acidez. Paso elegante; largo y aromático.

Nora 2005. Amarillo verdoso. Fino e intenso en nariz, fruta blanca y de hueso (albaricoque, melocotón), toque salino y de hierbas. Boca sabroso, graso, afrutado, acidez perfectamente ensamblada, muy expresivo y equilibrado; largo final frutal.

Fillaboa 2005. Pajizo verdoso vivo. Muy limpio en nariz, con notas he heno, fruta fresca, hierbas aromáticas, laurel, hinojo. Boca sabroso, complejo, aromático, muy fresco, con sensación frutal intensa; final largo y persistente.

Pazo de Señorans 2005. Amarillo verdoso. Aroma intenso y fino en nariz, fruta fresca, flor, hinojo, hierbas aromáticas, membrillo. Boca sabroso, equilibrado, muy aromático y fresco, con cierta untuosidad y con recuerdos de hierbas aromáticas.

Rubines 2005. Pajizo verdoso. Aroma de intensidad media, con cierta complejidad, fruta madura de hueso, manantial, hierbas aromáticas. Boca sabroso, untuoso a la vez que fresco, con cuerpo y buen equilibrio. Largo final varietal.

Lagar de Cervera 2005. Amarillo alimonado brillante. Aroma intenso y franco, fruta madura, toque salino. Boca seco, sabroso, afrutado, largo y untuoso, sensación de frescura y excelente equilibrio.

Albariños de elaboraciones “especiales”:

Pazo de Señorans Selección de Añada 2001. El pionero de los albariños de crianza en depósito y pensado para “crecer” en la botella. Amarillo verdoso. Aroma a lichis, nísperos y frutas exóticas; fresco y vivo, con un fondo de hierba verde. Boca amplio, graso, expresivo, intenso; nota salina y gran persistencia.

Gran Veigadares 2003. Nuestro favorito entre los que se elaboran con madera y con un potencial importante para desarrollarse y aguantar en la botella. En este capítulo valoramos sobre todo el equilibrio entre fruta y roble y que éste último no ahogue a la variedad. Amarillo dorado intenso. Aroma complejo y fino, pomelo, noble reducción (frutos secos), hierbas. Boca potente, muy sabroso, con buena acidez, complejo, graso, envolvente, con cuerpo, madera algo presente en final de boca pendiente de armonizar.

Veigadares 2005. El hermano menor del anterior, con mayor juventud, pero no exento de interés e incluso con mayor sutilidad de la madera. Amarillo pajizo. Franco y fino en nariz, fruta de hueso (melocotón), hierbas aromáticas, agradable sensación cítrica y sutiles maderas. Boca sabroso, seco, con buena acidez, cítricos, final con recuerdos tostados de su crianza.

Gallaecia 2004. Un albariño diferente que sólo se elabora aquellos años en que las condiciones climáticas permiten realizar una vendimia tardía de la que una parte importante de la uva está atacada por la botritis cinerea (podredumbre noble). Ámbar cobrizo. Aroma complejo en nariz, hidrocarburo, notas melosas, cítricos, tostados. Boca sabroso, con carácter, aromático, con notas cítricas, frutos secos; final complejo.

Don Pedro de Soutomaior Neve Carbónica 2005. Un albariño marcado por una elaboración especial (maceración en frío en ausencia de oxígeno gracias a la utilización de hielo seco) que se traduce en aromas muy intensos a fruta exótica madura y hierbas aromáticas. Boca sabroso, fresco, sencillo pero bien equilibrado.

Otros albariños recomendados

Fillaboa Finca Monte Alto 2004. Amarillo verdoso brillante. Aroma a fruta carnosa de hueso, complejo, con notas de heno y flor seca. Boca sabroso, seco, graso, con la acidez que debe aún integrarse; persistencia media.

Terras Gauda 2005. Amarillo verdoso. Aroma limpio y de buena intensidad, varietal, fruta madura de hueso, nota salina. Boca sabroso, equilibrado, vivo y untuoso. Final varietal con agradable recuerdo salino.

Don Pedro de Soutomaior 2005. Amarillo verdoso. Intensidad media, heno, fruta fresca, fondo de hinojo. Boca sabroso, fresco, con una agradable nota salina y fino deje amargoso.

Pazo de Barrantes 2005. Dorado verdoso. Aroma limpio, fresco y fragante, hierba aromática y fruta madura (melocotón). Boca sabroso, con notas untuosas, seco, paso aromático y final varietal con toque salino.

La Val Finca de Arantes 2005. Amarillo dorado. Aroma franco, de buena intensidad, fruta madura, notas de laurel y eucalipto. Boca sabroso, seco, graso y frutal, buena acidez y toque salino; final aromático.

Lagar do Castelo 2005. Amarillo matiz verdoso. Aroma franco, intensidad media, fruta madura, laurel, eucalipto. Boca sabroso, varietal, con relieve y cierta untuosidad; fresco y equilibrado. Final de media persistencia con notas de fruta madura.

La Val 2005. Amarillo matiz dorado. Fruta en almíbar, floral y herbáceo. Boca sabroso, fresco, afrutado, con agradables notas salinas y un fondo frutal de notas herbáceas.

Granbazán Ámbar 2005. Amarillo alimonado. Aroma franco y varietal, fruta madura carnosa, laurel. Amable y untuoso en boca, sensación de dulcedumbre, adecuada acidez; final frutal de buena persistencia.

Martín Códax 2005. Amarillo verdoso. Aroma franco en nariz, hierbas aromáticas, fruta fresca, heno. Boca equilibrado, ligero, fresco, fácil paso de boca, final con agradable punta ácida.

Tollodouro 2005. Amarillo verdoso matiz dorado. Limpio en nariz, toques anisados y a laurel. Boca sabroso, ágil, con agradables puntas ácidas; final afrutado y a hierbas aromáticas.

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